Trastornos del movimiento-TICS

Un tic es un movimiento (tic motor) o sonido (tic fónico)  involuntario, repentino y repetitivo y son considerados como los trastornos del movimientos más comunes durante la infancia. Se estima que el 25% de la población comprendida entre los 6-10 años sufre algún tic pasajero (de un mes a un año), siendo más común en chicos que en chicas, sobre todo en aquellos de carácter cohibido. La mayoría tienden a ceder en poco tiempo, pero algunos pueden llegar a repercutir negativamente en la vida familiar y social de los niños que los sufren, llegando a ocasionar fracaso escolar o baja autoestima. Los más frecuentes son los tics de parpadeo y olfateo.
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Los tics motores pueden ir desde movimientos casi inapreciables y que se confunden con los habituales, como parpadeos, desviaciones oculares, encoger los hombros, pequeños giros de cabeza y cuello, etc. hasta complejas movimientos que implican varios musculos. Pueden afectar a cualquier grupo de músculos pero, generalmente, empiezan por la cara y los músculos del cuello. En algunos casos graves, se desarrollan tics que pueden ser autoagresivos, como arañarse, cortarse, etc. o limitarse a la realización de movimientos o gestos obscenos con las manos o los dedos, a lo que denominamos copropraxia. Los tics suelen progresar en sentido rostro-caudal, por lo que los casos más leves se limitan a la cara, posteriormente se extienden a las extremidades superiores y, por último, afectan a las inferiores.
Lo mismo ocurre con los tics fónicos. Lo más frecuente es observar sonidos que no sean considerados tics, ya que son similares a la actividad normal, como carraspeos, olfateos, toses, aclaramientos de garganta o estornudos. Estos sonidos pueden volverse más llamativos, adaptando forma de chillidos, maullidos o ladridos, o incluso complicarse con sílabas, palabras y frases. En los casos más severos, los tics se relacionan con la palilalia (repetir las propias palabras), ecolalia (repetir las palabras de los demás) y coprolalia (emitir insultos o palabras obscenas, signo que podemos observar en el Síndrome de Tourette). Las palabras pueden ser insultos de mayor o menor intensidad, incluyendo palabras de contenido sexual, o incluso blasfemias. Este tipo de comportamiento dificulta mucho la función social y escolar del niño.

Los tics suelen aparecer por primera vez en torno a los 5-7 años, pudiendo volverse más severos en torno a los 8-12 años e incluso disipándose en la pubertad (15-16 años). Los períodos de exacerbación del tic suelen ser bastante complejos para el niño que los sufre, pues requieren  grandes esfuerzos para controlarlos provocando que el joven acabe exhausto, y ocasionando también repercusiones en su rendimiento escolar y atención. El estrés, la fatiga, los nervios, la sobreestimulación ambiental, la falta de sueño y las temperaturas extremas son algunos de los factores que agraban los tics.

El diagnóstico de los tics no suele ser complicado. Normalmente es suficiente con una observación detallada y una historia clínica completa  para realizarlo. Uno de los principales características que permiten distinguir los tics de otros trastornos es la presencia de una sensación premonitoria antes de una salva de tics. Los niños de una cierta edad lo describen como la sensación que uno experimenta antes de estornudar o de toser. Además, tras efectuar los tics, las personas refieren una sensación de alivio. En algunas ocasiones será necesario la realización de un examen neurológico para descartar otras causas del tic, ya que en el algunas enfermedades aparecen como posibles síntomas.
Una enfermedad íntimamente ligada a estos trastornos es el Síndrome de Gilles de la Tourette, del que ya hemos hablado en un post anterior (entrada Síndrome de Tourette). En este síndrome se aprecia un cuadro de diferentes tics motores y uno o más tics vocales, aunque no necesariamente
de forma concurrente. Los tics aparecen diariamente y a lo largo del día, o intermitentemente durante más de un año, pero nunca pasan más de 3 meses sin que se dé uno. Los síntomas que con más frecuencia acompañan a los tics son las obsesiones y compulsiones, siendo también común la hiperactividad, falta de atención, impulsividad, vergüenza, excesiva autoobservación y humor depresivo. Pueden tener antecedentes familiares y precisan con más frecuencia tanto tratamiento psicofarmacológico como la implicación de pediatras, psicólogos y psiquiatras infantiles, que trabajen tanto con el niño como con sus familiares y profesores.
Otras enfermedades que también se relacionan con los tic son los trastornos obsesivo compulsivos (TOC) y el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH).

Generalmente no existen tratamientos que los hagan desaparecer, pero sí que disminuyan. Lo más recomendable sería no fijarse en el tic o exponer al niño a situaciones de estrés, dormir lo suficiente y no regañarle.
Si el tic es transitorio desaparecerá aproximadamente en un año, e incluso siendo crónico podría desaparecer de forma espontánea. Lo esencial es que no afecte a la vida diaria del niño. De ser así, se podría dar tratamiento farmacológico (antisicóticos) y buscar ayuda terapéutica.



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